El rio - Alarde Danza

El rio

Esto de viajar empezó pronto, apenas tenía 16 años cuando mi madre llegó un día a casa súper contenta, con un montón de folletos de agencias de viaje diciéndome que tenía que empezar a viajar y que qué tal si empezaba por Italia, que el idioma se parecía y que no tendría mucho problema.

Así que aquel verano mi aguerrida madre me embarcó en aquella peripecia, en un viaje organizado a Italia en autobús. Laaaaaargo viaje de muchas horas de coche, tanto para ir como para volver.
Pero a esas edades no importaba mucho, además tenía la gran facultad de dormirme irremediablemente en cuanto me subía a cualquier medio de locomoción.

¡¡¡Que afortunada era!!!
Porque además ya en mi adolescencia mis padres tenían la tremenda generosidad de llevarme en sus viajes. A mi me parecía lo más normal del mundo, de mayor me he dado cuenta del valor de aquel gesto, allí estaba yo durmiendo en la cama supletoria que se ponía a los pies de la suya.

Siempre me interesó el arte, la historia, las civilizaciones antiguas, la arquitectura… me emocionaba viendo edificios, cuadros, esculturas, piedras rotas, columnas y cimientos de lo que un día fueron grandes templos. Supongo que mis padres veían eso en mi y por eso me llevaban con alegría.

Pero el viaje que más me marcó fue la primera vez que fui a la India. Dicen que cuando vas a La India algo cambia para siempre, que hay un antes y un después. Desde luego es un país que encanta o espanta, pero no te deja indiferente.

La India ha cambiado mucho, ha evolucionado un montón y he podido ver y disfrutar de esos cambios a lo largo de los años.
Es verdad que fue la primera vez que me enfrenté a una cultura diferente, a otra forma de vida, otros colores y sabores. Así que el elemento “sorpresa” influyó mucho, pero con todo, no le restó importancia y me marcó para siempre.

Aquel viaje fue el más duro que he hecho y también el más increíble.

Por qué fue duro? Porque aparte del calor y la humedad que te dejaban fuera de combate (fue la primera vez en mi vida que me sudaban los brazos) los estándares de limpieza eran otros, todo estaba súper sucio, los olores con esos calores eran matadores y no me resultaba nada fácil.

Además mi maltrecho bolsillo de estudiante y fotógrafa en ciernes no daba para alojamientos lujosos. Así que tuve que conformarme con lugares modestos donde era mejor no mirar ni exigir mucho.

La comida picaba de una manera estratosférica ¡que hambre pasé! Pedíamos la comida sin picante y te convertías en un dragón en menos de un minuto ¡por dios! Y eso que a mí me gusta el picante, pero eso era otro nivel….
Recuerdo una noche que se me ocurrió pedir unos huevos fritos sin nada, solo con sal y un poco de pan, aquel manjar me resultó digno de los dioses del Olimpo.

Y lo peor de todo… tuve diarrea el mes entero, a pesar de todos los cuidados que teníamos: comer todo cocinado, no beber agua que no abriera personalmente, nada de ensaladas , nada de fruta que no hubiera pelado yo, nada de hielo…. Te ibas por el váter, sin tregua, incluso probé a comer solo galletas pero daba igual. En fin… no fue fácil… pero si increíble…

Recuerdo especialmente las visitas a Mathura y Vrindavan.
He regresado años después y todo ha cambiado tanto que no reconocí el lugar y desde luego no encontré aquella magia.

Pero aquel día fuimos al templo en Mathura, esperábamos haciendo cola a que abrieran las puertas, compramos unas guirnaldas de flores entretejidas como ofrenda, unas flores que olían a gloria bendita y que los lugareños se reían porque yo las olía extasiada. Luego me explicaron que no debía hacerlo, eran una ofrenda para los dioses, no para que yo disfrutara de ellas, lo que es no saber…
Había tremendo gentío, pero el ambiente era tranquilo, todo el mundo esperaba con buen talante.
Y al fin abrieron las puertas del templo y comenzó el fervor, el templo era grande, en una de las paredes había varias puertas con cortinas que abrían y cerraban los monjes  que cuidaban de las imágenes, esa pared inmensa tenía una decoración floral , como si fuera un retablo de flores ensartadas en largos hilos estratégicamente colocadas según sus formas y colores dando la impresión de una construcción arquitectónica, además de impregnar con su olor todo el recinto.

Llovían las ofrendas y los monjes se afanaban en recogerlas poner frente a las imágenes y devolver a la gente una vez bendecidas ¡menuda actividad!

Entraban peregrinos todo el rato, recuerdo especialmente un shadú que entró con un largo cayado, unas chancletas de madera, un cordón rojo que le cruzaba el torso y apenas un taparrabos que cuando se paró frente a las imágenes abrió los brazos en pleno éxtasis y comenzó a rezar, parecía Poseidón recién salido de las aguas.

Y allí estaba yo, alucinando con toda esa emoción, ese fervor, los olores y las imágenes que nunca olvidaré.

Otro momento memorable fue al día siguiente que fuimos a Vrindaban. Allí está el centro de los Hare Krishna, y por fin los entendí. Estaba muy acostumbrada a verlos en Madrid, donde salían desfilando con sus coloridos trajes, los tambores,  campanas y cánticos de adoración a Krishna y a Rama, realmente era una escena que en Madrid me resultaba como ver un pulpo en un garaje, simplemente no era el lugar… supongo que es como ver una procesión de una virgen allí en Vrindavan, donde los lugareños mirarían sin entender. Pero allí los Hare Krishna estaban en su lugar y esa forma de adoración cobraba todo el sentido.

Pues igual fuimos al templo y hubo que esperar en un gran patio a que se abrieran las puertas.
La espera fue increíble, nos sentamos en el suelo con el resto de fieles, había unos músicos con tambores cantando, una señora súper mayor que estaba sentada a mi lado, delgada, enjuta y totalmente arrugada de pronto se levantó, se cubrió la cabeza con el extremo de su sari y comenzó a bailar, le daba el sol y podía ver su cara de éxtasis a través de su sari por los rayos de sol que se filtraban en la tela.

De pronto abrieron las puertas y todo el mundo se puso de pie corriendo a la zona de las imágenes para dar sus ofrendas a los monjes y hacer sus rezos.
De nuevo te ves envuelta en una gran emoción multitudinaria y no alcanzas a mirar y ver todo lo que sucede a tu alrededor.
Y de la misma forma que empezó, se acabó, el templo se vació y allí quedamos asimilando lo vivido.

Esa emoción y ese fervor lo he encontrado en todas partes del mundo y en todas las religiones, al final te das cuenta de que somos iguales a pesar de empeñarnos en que no.

Otra de las ciudades que más me impresionó fue Benarés, era época de lluvias, así que el Ganges iba a tope, un día al anochecer paseamos de gat en gat por todo el litoral del Río.
Hay templetes que están dentro del Río, pero como estaba crecido solo asomaban los tejadillos y cúpulas , en la quietud del anochecer había monjes rezando que parecían suspendidos sobre las aguas, mirando al infinito sobre la calma y pidiendo con los brazos abiertos.
Grupos de niños se bañaban, encaramándose a esos templos y tirándose al agua con estrépito y alegría, buenos conocedores de la zona, porque las aguas son totalmente turbias, de color marrón, así que tienes que saber muy bien dónde hay templo y dónde no antes de tirarte al agua.
Aquel paseo lo llevo guardado, bien guardado, en el corazón.

Pasaron tantas cosas que no puedo contarlas todas.

Una noche de regreso al hotel tuvimos que atravesar la parte de abajo de un puente, en una calle totalmente a oscuras en plena hora punta, estaba llenísimo,  gente, vacas, coches, rickshaws y sobre todo miles de bicicletas.
La única manera de avanzar era seguir la marea que iba en tu misma dirección y confiar, dejarte llevar, no se veía nada, no veías donde pisabas, las luces de los coches te deslumbraban y lo único que alcanzabas a escuchar eran los timbres de las miles de bicicletas que sonaban todos a la vez y resonaban en las paredes del puente.

¿Y que fue lo que cambió?
Aquel día volviendo a casa en ese río humano me di cuanta de que cada persona es tan tremendamente importante como tremendamente insignificante, las gotas cambian, se evaporan y llegan nuevas, pero el Río de la Vida es imparable y seguirá fluyendo,  siempre.

Texto y fotos: Alejandra Weil
Mas fotos en Instagram @weilalejandra
Vídeos de los viajes en las historias de Instagram de @alardedanza

18 comentarios de “El rio

  1. María Marta dice:

    Hola Alejandra! Cuánto me alegra sentirte de nuevo, sumergida en el río de la vida. Reconociendo el verdadero valor, aquello que nos hace fuertes y nos convierte en lo que somos. Seres únicos……..siendo todo …….y siendo nada. Esa es nuestra grandeza.
    Un besazo enorme y hasta siempre

  2. Dhyana dice:

    Qué maravilloso relato!!! Ha conseguido situarme en los lugares descritos. Comunica desde el corazón, con frescura y talento. El final me ha emocionado. Volveré a leerlo para saborearlo! Sigue escribiendo Alejandra!

  3. Sylvia Medkouri dice:

    Qué bonito Alejandra! Es emocionante sentir tus vivencias a través de la pantalla. Qué aventurera y qué bonita manera de vivir, estás llena de magia. Te admiro <3

  4. Raquel dice:

    Me ha encantado Alejandra, no sabía que escribías así, me has transportado a la India. Sigue escribiendo, no pienso perderme ninguno de tus relatos!

    • Alejandra dice:

      Muchísimas gracias Raquel!!!
      Si te apetece leer más cositas puedes pinchar en este mismo blog en «diaro de una viajera» y verás todas las entradas que he hecho, si comienzas por la más antigua y vas en orden casi mejor, porque algunas si tiene sentido leerlas así.
      Te mando un abrazo y mil gracias!!!!

  5. Huber Nava dice:

    Los rios en todas las culturas ancestrales siempre han tenido una significancia divina. Siempre con atributos comunes de sostén para la vida, renovacion y cambio. El rio siempre viaja pero tambien permanece. Y nunca pasa dos veces por el mismo lugar. Lo relevante del rio es que su propio tránsito, es que hace que la coincidencia con las personas y las cosas sea unico cada vez. La gran ventaja? Que hay personas que dentro de ese rio que se llama vida hacen que la coincidencia en el tránsito te cambie permanentemente y te enseñan a sortear cualquier contrariedad con paz.

    • Alejandra dice:

      Y hay gotas que se encuentran… se separan… y se vuelven a encontrar a pesar de las contrariedades ;-D
      Muchas gracias Huber por tu comentario

  6. José Antonio dice:

    Muy bueno el relato, entran ganas de ir a la India y ver ese paraíso de diversidad diferente a lo que vivimos día a día.

  7. Susana Tavera dice:

    Me encanta ver India en tu relato, siempre bonita y positiva y leerlo es como visitar tu tienda, un viaje sin tener que salir de Madrid, gracias! 🥰

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